Tuesday, February 28, 2006

Y llegó marzo!!

Este año marzo ya no será como todos los anteriores. No habrán cuentas que pagar. No existirá la primera cuota del permiso de circulación. No encontraré vitrinas con útiles y rebajas de uniformes escolares. No seré parte de calles colapsadas, ni de caóticos inicios de clases. Y no veré mechones en las calles sin zapatos, oliendo a vinagre y con todos los colores del arcoiris en sus ropas.

El comercial con Fernando Larraín -al que muchos marcó en su momento- ya no estará en las pantallas de televisión, anunciando el funesto mes de marzo. Tampoco seré parte de las largas jornadas de conversación con amigos donde las fotografías e historias del verano hacían del aterrizaje un momento más dulce y pausado (lo que por cierto ya estoy extrañando) .

Tampoco vi el Festival de Viña, aunque gracias a Emol , pude confirmar una vez más que siempre las expectativas son mayores y muy difíciles de superar y que como gran certamen que comienza a cerrar el verano aun sigue siendo sólo un buen intento.

Quizás lo más lamentable de todo, aunque hay cosas siempre mucho peores, es saber que esta vez Murphy y su inviolable ley se salió con la suya y que mientras U2 tocaba en Barcelona yo estaba en Chile, y ahora que la gran banda pisó suelo chileno yo estaba a un océano de distancia para poder verlos.

Y hoy se termina febrero. Concluyen las vacaciones en el hemisferio Sur y el tibio sol de invierno empieza a alumbrar con más fuerza a quienes estamos en este otro lado del mundo. En lo alto del globo. En el hemisferio de los países ricos y desarrollados.

Y aunque el Sur podrá aún gozar de algunos meses más de sol, especialmente en marzo donde las vacaciones son privilegiadas por el menor costo y la menor cantidad de personas en balnearios y ciudades, agradezco -por primera vez en toda mi vida- que acabe febrero y comience pronto la primavera.

Sin embargo, no puedo abstraerme de mi familia, quien hoy, al igual que miles de chilenos, cierran las vacaciones y van camino a Santiago para iniciar un nuevo año escolar y laboral. O de tantos otros que sus primeras horas en la capital chilena las dedicarán a comprar útiles, uniformes y cuadernos escolares. (Ánimo Tuto!)

En fin. Todo se relativiza cuando el prisma cambia. Creo que con tranquilidad puedo decir que febrero, uno de mis meses favoritos del año (especialmente por los buenos recuerdos del verano), en esta oportunidad no lo fue del todo -precisamente por el frío- y que marzo, uno de los más aburridos se aspecta incluso mejor que el caluroso verano que se aproxima.

Habrá que ver qué pasa...

Tuesday, February 21, 2006

Historias sobre dos ruedas II

Nadie dijo que andar en bici sería fácil. Y aunque no me quejo porque ha sido mejor de lo que pensé, las anécdotas se suceden a diario, entre las cuales debo contar al menos dos ocasiones de cuasi atropello, de las que me salvé por los buenos frenos del otro involucrado o de mis buenos reflejos, que cada día funcionan más despiertos, lo que es un logro especialmente en las mañanas cuando aún el sueño no me abandona del todo.

Sin embargo, formar parte de ese conjunto de seres humanos que a diario se desplaza en bici a sus distintas labores es algo que sólo en dos ruedas se experimenta más a conciencia.

Luego de pedalear por calles, veredas y ciclovías durante una semana sin interrupción, con un promedio diario de 80 minutos, puedo concluir varias cosas. En primer lugar, que la música es un elemento indispensable a la hora de subirse a una bici y emprender rumbo, aunque se recomienda no excederse en el volumen para escuchar los bocinazos de motos y autos cuando están a punto de atropellarte.

Segundo, que manejar por las ciclovías está siendo casi tan peligroso como por las calles, cuando debes esquivar perros, gatos, transeúntes que nunca entendieron que esa zona era “sólo” para ciclistas, motos que no sólo usan la calzada sino también la berma, y los propios ciclistas. Pese a todo, siguen siendo la mejor alternativa para quienes optamos por la “cleta”.

Tres, que el desafío diario es evitar la mayor cantidad de semáforos en rojo, haciendo miles de cálculos, malabares y hasta vueltas, con tal de no poner un pie en el suelo. Y cuando eso no es posible, el premio de consuelo, que incluso es ya parte del desafío, es lograr apropiarse del poste que está en la esquina y en él afirmarse hasta la luz verde.

Cuatro, que las señas corporales que muchos ciclistas utilizan para doblar o señalizar sus giros son en extremo complicadas y confusas para aquellos que aún no estamos familiarizados con el lenguaje y que interpretamos equivocadamente lo que se pretendían con ellas, hasta ahora con consecuencias "casi" funestas.

Quinto, que la más mínima brisa de viento se transforma en el peor de los obstáculos a vencer, especialmente cuando vives en una ciudad a la orilla del mar donde el viento es especialmente fuerte, sumado a un ascenso y a la escasa fuerza para poder combatirlo.

Sexto, que aunque bajarse de la bicicleta toma menos tiempo que bajarse de un auto, amarrarla es un proceso al que hay que acostumbrarse. Primero hay que ubicar el árbol o poste suficientemente firme. Después viene el tema de sacar las cadenas (una y creo que incluso dos nunca serán suficientes para protegerla contra los robos) y amarrar cada neumático a una cadena distinta. En total, un proceso que toma 5 minutos más.

Séptimo, que el síndrome “ciclista furiosos” existe y se manifiesta cada vez que alguien que no viene en dos ruedas osa posar un pie en las ciclovías, impidiendo el paso, ya sea por distracción o pereza. Es entonces cuando se escuchan insultos, alaridos y más de alguna madre aludida "a la española", además de las molestas pero necesarias bocinas.

Y aunque todo lo anterior resulte a veces complejo, la costumbre ya está haciendo lo suyo y cada día es más fácil ser parte de este mundo que te permite no sólo tomar contacto directamente con el entorno, sino además poder mirar lo que la velocidad de un auto no te permite. Aunque eso no quita que el estado físico aún esté resentido y que el cansancio siga siendo parte de la rutina diaria cuando aterrizo con la bici en algún rincón de Barcelona.

Tuesday, February 14, 2006

Historias sobre dos ruedas

Hoy cumplo mis primeras 24 horas sobre dos ruedas. Creo que nunca pensé movilizarme en bicicleta, quizás porque no tengo un espíritu demasiado deportivo o porque mis constantes atrasos me han obligado siempre ha desplazarme por medios más rápidos como el transporte público o el vehículo.

Pero hoy la historia se escribe distinta. Hace ya casi un mes que invertí, porque hasta el momento así lo considero, en una bicicleta de "segunda mano" para hacer algo de deportes y por cierto para dejar de gastar en movilización aunque en Barcelona el transporte público es bastante más barato que en Santiago.

Todo comenzó cuando la idea de conseguir una bici se me metió en la cabeza. Mi compañero de "piso", Fede, ya tenía una hacía tiempo y el resto de los habitantes de "Kimberlin" estábamos empezando a buscar nuestras propias "cletas".

Loquo, una gran página de anuncios, compra y venta de todo lo que uno se puede imaginar aquí en Catalunya fue mi primer sitio de búsqueda y además terminó siendo el último porque en el apartado "bicis" se ofrecía una mountain bike de mujer por la módica suma de 60 euros (38.000 pesos chilenos más o menos) que terminó siendo mía cuatro horas más tarde luego de mandarle un mail al oferente para que nos juntáramos en algún sitio de Barcelona para hacer la transacción.

El lugar que él eligió fue el "Kentuky" que queda al frente de esa magnífica iglesia de Gaudí, La Sagrada Familia. Luego de probarla y conversar un poco, él me paso la bicicleta y yo el dinero. Parecía un hombre bueno. Me dijo que era polaco que esta bici era de su señora y que se iban de vuelta a Polonia y que por eso la vendía. Antes de despedirnos le desee buena suerte y le dije que se cuidara del crudo invierno polaco donde las temperaturas eran cercanas a los 30 grados bajo cero.

Tres semanas después de esa venta y cuando aún mi bicicleta reposaba en mi departamento a la espera de ser usada, mi compañera Javi encontró una bici para ella en la misma página web. Hizo lo mismo que yo. Recibió la misma llamada. Se juntó en el mismo Kentuky. Conversó con quien le vendía la "cleta" y le deseó suerte al igual que yo.

Lo que hasta ese momento no sabíamos era que el polaco, quien ya debía estar de regreso en Polonia era el mismo tipo que le vendió la bici. Que le contó la misma historia... "Esta bicicleta es de mi señora. Es que como nos vamos a Polonia se la estoy vendiendo. Yo ya vendí la mía y mi señora ya está en Polonia. Yo me voy esta semana".

Al llegar a la casa, la Javi me contó lo contenta que estaba con su nueva bici. Dónde la había comprado. Y me empezó a relatar la historia del vendedor de ésta. Sólo ahí comprendimos lo estafadas habíamos sido. Y aunque las bicicletas están en buen estado -la mía es de color roja y la de Javiera es amarilla-, nos dio rabia saber que habíamos sido engañadas, que las dos caímos como niñas en la historia del polaco y que para peor las dos le habíamos dado suerte en su regreso a su patria.

En fin... Seguro que si mañana busco bicicletas en la misma página me encontraré con el mail del polaco que seguirá vendiendo las bicicletas de sus cientos de esposas que lo deben estar esperando en el crudo invierno de Polonia a que él vuelva. Aunque seguro... regresará millonario.

Friday, February 03, 2006

Una vida de sobrenombres...

Los apodos o sobrenombres siempre han sido mi afición. Creo que no hay nada mejor que un sobrenombre bien puesto, que con solo escucharlo te haces una idea de a quién tienes al frente, o de esos que te dan pudor o incluso pena cuando te enteras que el pobre individuo ha debido cargar con ellos durante toda su vida.

La imaginación siempre quedará corta cuando hablamos de apodos. De todas formas los más ingenuos, pero no por eso menos complicados generalmente se acuñan en la infancia, cuando todavía no se es capaz de pronunciar todo el abecedario y los nombres son el primer obstáculo para tratar de llamar a alguien.

Luego vienen los de la adolescencia, los que muchas veces son crueles y hasta traumáticos, especialmente cuando los apodos tienen que ver con los cambios físicos de esa etapa de crecimiento y te marcan por el resto de la vida.

En adelante, se sucederán los apodos universitarios, los laborales y los de pareja , que aunque generalmente sólo se pronuncian en la intimidad en otras ocasiones la publicidad de los mismos se encarga de desprestigiar o alabar al individuo en cuestión.

Conozco personas muy cercanas que odian los sobrenombres, que los encuentran inútiles y feos. Para mí, en cambio, son necesarios, son una manera de "apropiarme" de quienes me rodean, de relacionarme con las personas que estimo y quiero, de sentirlos parte de mi vida.

También tendría que decir, en honor a mi verdad histórica, que nací en una familia donde nadie se dice por su nombre, donde todos tienen apodos, y cada uno a su vez ha multiplicado esa tradición en sus respectivas familias.

De ahí que es casi una necesidad familiar tener un sobrenombre personal para "casi" todo el mundo que me rodea. Y digo casi porque aunque a veces me esmero por encontrarle un apodo a una persona y no lo logro.

Pero yo tampoco me he salvado de ellos. "Tita", "flaca", "guam", "lolín", "partner", "bernardita pita", "cara de mono" y últimamente incluso "betty" han sido sólo algunos del repertorio de mi vida que me han marcado y que lo siguen haciendo a diario.

El problema es cuando te preguntan cómo nació o se me ocurrió tal o cual sobrenombre. Ahí es cuando te das cuenta que muchos tienen una explicación y hasta una historia, pero que incluso es larga de contar.

Lo cierto es que no imagino una vida sin sobrenombres y me alegra saber que no soy la única loca que tiene un apodo para cada persona, sino que hay muchos más que funcionan con este mismo esquema.

PD: Este post se lo dedico a mi familia: "Orf", "Mon", "Wam" y "Dru"; y a mi gran familia extendida y grandes amigos que si escribiera cada sobrenombre no terminaría nunca.