La verdad es que siempre ha sido baja la efectividad y rapidez con la que ha actuado la Organización de Estados Americanos (OEA) cuando se trata de resolver conflictos regionales de importancia. Más aún cuando se trata de dirimir conflictos territoriales.
Lo que hemos visto esta semana con el conflicto entre Ecuador y Colombia por la muerte del segundo hombre de las FARC, en territorio ecuatoriano, ha sido importante tanto para observar la dinámica que se generó, como también la forma en que parece haberse resuelto la crisis.
Los hechos son elocuentes. Muere Raúl Reyes. Colombia lo informa públicamente. La muerte ocurre en territorio ecuatoriano. La incursión militar se produce sin consentimiento de Ecuador. Las autoridades ecuatorianas dan el aviso y rechazan públicamente la acción. Colombia confirma la muerte y no da más explicaciones del asunto. Entra en escena Chávez. Ecuador aumenta el tono del rechazo por la violación de la soberanía territorial. Chávez apoya a Ecuador y anuncia acciones en contra de Colombia. La OEA convoca a una reunión extraordinaria para zanjar el conflicto. Colombia denuncia que Ecuador y Chávez tienen vínculos con las FARC. Ecuador lo niega y rompe relaciones con Colombia. Colombia cierra las fronteras hacia Ecuador. Chávez aprovecha la coyuntura para sacar provecho de la crisis y debilitar la acción colombiana y la imagen de Uribe. La OEA se reúne y logra aprobar por unanimidad una resolución que permite terminar con el conflicto. En éste Colombia reconoce la violación de dicha soberanía territorial, pero no es sancionado. Se define además la formación de una misión liderada por Insulza y una reunión regional de cancilleres para el próximo 17 de marzo.
Finalmente gana la OEA, gana Colombia y Ecuador, gana la región y sobre todo se reafirma el "principio de que el territorio de un Estado es inviolable y no puede ser objeto de ocupación militar ni de otras medidas de fuerza tomadas por otro Estado, directa o indirectamente, cualquiera que fuera el motivo, aún de manera temporal".
Se sienta precedente de la capacidad de diálogo, de la necesidad de establecer acuerdos y sobre todo que ante cualquier amenaza debe primar el consenso, el mismo que no fue incitado por Chávez, sino todo lo contrario, y en cambio, sí fue la postura chilena ante el conflicto.
Esta vez, a diferencia de muchas otras, fueron los propios miembros de la OEA, o sea los países de América, quienes lograron resolver un conflicto que sólo es atingente a esta región, donde no hubo mediación de EE.UU., Europa o la ONU.
Esta vez, a diferencia de muchas otras, la OEA como organismo multilateral cumplió con esa misión para la cual fue establecida y concebida y es eso lo que hoy debe destacarse y reforzarse para futuras crisis regionales.