Monday, October 30, 2006

Un partido políticamente correcto!

Sábado 28 de octubre. 20 horas. Estadio Camp Nou. Puerta 40, boca 420, línea 15, asiento 2. Estadio casi lleno. Vigésimo partido de la Liga española. Barcelona FC contra el Recreativo de Huelva. ¿Recreativo de qué? Me pregunté mil veces. En mi vida había escuchado ese equipo. Pero era el Barca, era una entrada gratuita, jugaban todos los titulares menos Eto’o y Messi que estaban lesionados y era mi primera oportunidad de estar en ese estadio repleto de hinchas y viendo a Ronaldihno hacer de las suyas en el campo de juego.


Partido Barca_Recreativo

Fueron 90 minutos de muy diversas emociones y aunque el partido no brilló, el Barca cumplió con 3 goles, y Ronaldinho se reencontró con el triunfo al marcar un penal y meter otro de cabeza. El tercero quedó en los pies de Xavi.

Estar en ese estadio y no comparar con lo que se vive en Chile me fue imposible, partiendo por la cancha. No había rejas, el estadio era de dimensiones impresionantes y cada silla estaba numerada, nada de asientos rotos ni menos de bancos de madera.

Pero si en lo netamente estructural ya era un cambio radical, la pasión que ahí se vivió era un abismo a lo que acostumbramos los chilenos a presenciar. “¿Qué pitas tío, qué pitas?”, gritaba un catalán al árbitro que cobraba a favor del “Recre”. Nada de garabatos, ni menos sacadas de madre… todo era educado y moderado.

Por momentos el estadio parecía vacío y realmente era impresionante. Casi 80 mil personas presentes y el sonido de una mosca era capaz de oírse. De vez en cuando una corneta sonaba a lo lejos y quizás lo más ruidoso era la barra del “Recre” que estaba a metros de donde estaba sentada.

Y si hablamos de barra, ¿dónde está la barra del Barca? Ups! Caramba! No hay tío, no hay. ¿Pero cómo? Así como se lee, en el estadio no hay barra. Yo me senté bajo una de las pantallas, o lo que en Chile sería el marcador, donde suelen ponerse las barras de los equipos, pero ahí no había nada y menos frente a mis ojos, donde estaba la otra pantalla. ¿Y qué pasa con la barra culé? Me pregunté. Y si no hay barra no hay gritos. Y pocos gritos se escucharon.

La máxima expresión del sentimiento culé fue un ehhhhhhhhhhhhh, tras los goles, y algunas pifias contra el árbitro cuando cobraban al Recre. Nada más.

Y se terminó. Y la gente salió en orden, mientras el Recreativo que perdía por 3 goles gritaba como si hubiesen ganado la Champions, eso sí que es ser hincha. Y la emoción me desbordó. Y fue una gran experiencia… aunque faltó esa emoción que se escucha en los estadios chilenos.

Wednesday, October 18, 2006

London celebration!

Londres es Londres, dicen algunos. Pero también París es París, o Nueva York es Nueva York. Lo cierto es que como cada ciudad, Londres tiene algo especial que la transforma en una capital de características atípicas. Su gente, sus paisajes, el Támesis, la historia, sus museos, los bares, sus autobuses, en fin, cientos de cosas que hicieron que la celebración de mi primer año fuera de Chile fuera buenísima.

Aunque admito que el aterrizaje fue forzoso. Subirme a un bus y enfrentar la primera rotonda por el lado izquierdo fue casi un suicidio para mi orientación. Después de 10 minutos que el chofer manejó por la izquierda no pude más y tuve que cerrar los ojos antes de terminar de marearme y vomitar.

Y es que esto de que los ingleses manejen por el otro lado no sólo es un cambio demasiado radical para quien se sube a un auto, taxi o autobús, sino que para el simple peatón que al cruzar la calle debe mirar y re mirar tres veces para cada lado porque no te acostumbras por dónde vienen los autos. Peor si eres disléxica y te dicen "look left" o "look right" y es lo mismo. Realmente fue algo que me penó todos los días. Pero salí airosa.

La ciudad es vertiginosa. Entretenida. Muuuuuy cara. Elegante. De hombres muy guapos. Y llena de rincones acogedores y especiales. Sin duda, los parques son el lugar donde algo de tranquilidad y armonía se logra respirar y es en ellos donde también disfruté de muy agradables momentos.

Quizás lo peor de Londres sea su comida y el precio de las cosas. Porque hasta tomar agua es para dudarlo por el precio. Y es que si 1 euro son 700 pesos chilenos, un pound (o libra esterlina) son 1.000 pesos chilenos, y la realidad enseña que en ahí no hay nada por 1 pound. Al menos los museos más importantes son gratis, y eso ya es una gran ayuda.

En mis cinco días "in the London city" viví varias experiencias anecdóticas. Como por ejemplo mis encuentros con personas como Woody Allen o Sandra Bullock en las calles; o mi estadía a sólo cuadras de la casa de una de las Spice Girls; o la petición de un hombre quien sentado en un banco de Hyde Park me pidió que le escribiera una carta en inglés a su señora porque él por alguna extraña razón no podía hacerlo; y mi odisea de regreso al aeropuerto de Luton para tomar el avión a Barcelona, donde gracias a "Kay" pude finalmente tomar un taxi y compartir el costo de subirse a uno de esos autos en Londres por al menos 40 minutos de viaje y no perder el vuelo.

Pero también hubo momentos inolvidables. Asistir al musical "El fantasma de la Ópera" en el Majestic Theatre fue algo increíble, no sólo por el buen elenco y las voces, sino además por el vestuario, la escenografía, todo buenísimo. Y cómo no recordar ese encuentro cara a cara con el moai chileno en el British Museum, y más aún mirar cómo los turistas lo miraban y apreciaban su altura. Realmente divertido.

Londres es mucho más que esa monarquía que se refugia en un palacio que no deslumbra desde afuera por su majestuosidad, y quizás más que esa mezcla de gente que vive ahí. Pero es una ciudad alucinante llena de esa historia y vida que siempre leímos o escuchamos por televisión. Entonces quizás habría que decir que Londres es Londres.

PD: El London Bridge nunca fue el puente que pensé que sería, hasta que aprendí que el originario fue vendido a EE.UU. y hoy está en alguna zona de Arizona.

Saturday, October 07, 2006

Recambio otoñal...

Comienza el otoño en Barcelona. Es época de recambio, de replanteamiento, de revisión. Comienza el otoño en Barcelona y las noches se hacen más frías, los días más cortos, y sólo queda el recuerdo de esas noches y días calurosos, de esas tardes de playa y de esas noches de verano.

El otoño me pilla con pena despidiendo a mis grandes amigas del máster, iniciando el trabajo de tesis, trabajando a mil en la agencia, y asumiendo el comienzo de una nueva etapa que tiene mucho de esa que inicié en octubre de 2005.

Hace casi un año (el 11 de octubre cumplo un año en BCN) me embarqué en un Air Madrid desde el Aeropuerto Arturo Merino Benítez rumbo al Aeropuerto de El Prat. Hace un año llegué con mis maletas cargadas de cosas y mi cabeza funcionando a mil, esperando que esta travesía por el viejo continente fuera como la había esperado.

Y llegué en otoño y el año se cierra. Y llegué con sol y frío, y comienzo a sentir esa misma sensación. Y llegué sin saber qué me esperaba, y aunque a veces me río de eso sigo esperando saberlo. Y en un año han cambiado muchas cosas y algunas otras se mantienen, y se resisten a cambiar.

Y es otoño y se caen las hojas de los árboles. Y me doy cuenta que ha sido un año que se ha pasado volando, tanto real como metafóricamente. Y es raro. Comienzo desde cero. Y es como si volviera a pisar ese departamento en la calle Berlín número 74 por primera vez y saludara al Fede, a la Javi y a Maipú quienes me esperan como su nueva compañera de piso.

Y es otoño... y todo continúa, y el invierno se siente venir... y quizás sea mi último otoño en esta ciudad...