Un partido políticamente correcto!
Sábado 28 de octubre. 20 horas. Estadio Camp Nou. Puerta 40, boca 420, línea 15, asiento 2. Estadio casi lleno. Vigésimo partido de la Liga española. Barcelona FC contra el Recreativo de Huelva. ¿Recreativo de qué? Me pregunté mil veces. En mi vida había escuchado ese equipo. Pero era el Barca, era una entrada gratuita, jugaban todos los titulares menos Eto’o y Messi que estaban lesionados y era mi primera oportunidad de estar en ese estadio repleto de hinchas y viendo a Ronaldihno hacer de las suyas en el campo de juego.
Fueron 90 minutos de muy diversas emociones y aunque el partido no brilló, el Barca cumplió con 3 goles, y Ronaldinho se reencontró con el triunfo al marcar un penal y meter otro de cabeza. El tercero quedó en los pies de Xavi.
Estar en ese estadio y no comparar con lo que se vive en Chile me fue imposible, partiendo por la cancha. No había rejas, el estadio era de dimensiones impresionantes y cada silla estaba numerada, nada de asientos rotos ni menos de bancos de madera.
Pero si en lo netamente estructural ya era un cambio radical, la pasión que ahí se vivió era un abismo a lo que acostumbramos los chilenos a presenciar. “¿Qué pitas tío, qué pitas?”, gritaba un catalán al árbitro que cobraba a favor del “Recre”. Nada de garabatos, ni menos sacadas de madre… todo era educado y moderado.
Por momentos el estadio parecía vacío y realmente era impresionante. Casi 80 mil personas presentes y el sonido de una mosca era capaz de oírse. De vez en cuando una corneta sonaba a lo lejos y quizás lo más ruidoso era la barra del “Recre” que estaba a metros de donde estaba sentada.
Y si hablamos de barra, ¿dónde está la barra del Barca? Ups! Caramba! No hay tío, no hay. ¿Pero cómo? Así como se lee, en el estadio no hay barra. Yo me senté bajo una de las pantallas, o lo que en Chile sería el marcador, donde suelen ponerse las barras de los equipos, pero ahí no había nada y menos frente a mis ojos, donde estaba la otra pantalla. ¿Y qué pasa con la barra culé? Me pregunté. Y si no hay barra no hay gritos. Y pocos gritos se escucharon.
La máxima expresión del sentimiento culé fue un ehhhhhhhhhhhhh, tras los goles, y algunas pifias contra el árbitro cuando cobraban al Recre. Nada más.
Y se terminó. Y la gente salió en orden, mientras el Recreativo que perdía por 3 goles gritaba como si hubiesen ganado la Champions, eso sí que es ser hincha. Y la emoción me desbordó. Y fue una gran experiencia… aunque faltó esa emoción que se escucha en los estadios chilenos.