Sunday, October 17, 2010

El rescate con ojos charrúas!

"Quedan sólo ocho", escuché a los lejos decir a uno de los seis garzones que miraba fijo el televisor. "Qué pavada", comentaba uno, "Qué show", decía el otro, mientras el restaurante Los Caracoles empezaba a llenarse de comensales.

Era extraño. Estaba fuera de Chile, pero mi cabeza y corazón estaban al otro lado de la cordillera, mientras los ojos de todo el mundo estaban puestos en esa estrecha franja de tierra.

Todo comenzó la noche del martes 13 de octubre en Montevideo cuando -en medio de mis vacaciones- un mail me alertó que estaba próximo a iniciarse el rescate.

Me fui al living del hostal, encendí la TV y ahí me quedé hasta la madrugada. Emocionada, nerviosa, sobre todo ansiosa, mientras llegaba a la sala una uruguaya que me preguntaba si ya había comenazado el rescate. Y más tarde un alemán que trataba de entender lo que decían por la televisión.

Mi primer gran asombro: todos los canales uruguayos y argentinos trasmitían en vivo lo que estaba pasando en Copiapó. Opinaban, entrevistaban a expertos, mientras se colgaban de la señal chilena. Por momentos solo había audio ambiente, lo que se agradecía profundamente. En otros, una mirada extranjera de lo ocurrido. No alababan al Presidente y les costaba incluso reconocer a la primera dama, pero ahí estaban monitoreando en el lugar ese hecho histórico. Ese milagro que ocurrió pasadas las 12 de la noche de ese 13 del 10 del 2010.

Al otro lado del televisor me encontraba sentada, con las manos apretadas y un nudo en la garganta. Comenzaba así un largo día para los rescatistas, para los mineros y sus familias y para quienes trabajaron por semanas en esta hazaña. Un largo día para el mundo entero que siguió en vivo el renacimiento de estas 33 personas.

Pero aún había más. 10:30 am de ese mismo 13 de octubre y en el bus que me llevaría a la terminal de buses de Montevideo sonaban en la radio los aplausos y gritos uruguayos por el décimo rescate. Con un programa especial, esta vez era la radio de Uruguay la que se plegaba al suceso, siguiéndolo de cerca.

Los pasajeros de la micro, en tanto, escuchaban con atención la radioemisora, mientras comentaban lo sucedido. Y yo, la única chilena del bus, miraba con asombro la cara de los uruguayos. Hasta que me bajé extasiada con el hecho de que un país como Uruguay se hiciera eco de lo que estaba pasando en Chile.

Al llegar a Punta del Este y dejarme caer en mi hostal, el recepcionista me pidió unos minutos antes de atenderme "porque están rescatando al número 12", me dijo. Sonreí y seguí sin creérmela. "Esto es histórico", me gritó a lo lejos, mientras yo aguardaba en la entrada. Dejé mis cosas en la habitación y salí a recorrer esta hermosa ciudad dominada por un viento que me obligó a refugiarme en el primer restaurante de parrilladas que encontré: Los Caracoles.

Fue entonces cuando esuché a lo lejos: "Quedan solo ocho" y encontré a todos los garzones del lugar que miraban con una sornrisa las pantallas del televisor.

Esperé que alguno se me acercara y le pregunté "qué miraban" a lo que me contestó: "Y bue.. lo mismo que todo el mundo está mirando, lo que está aconteciendo en Chile (...) Y ahora saldrá Franklin Lobos", agregó...

Ahí me quedé hasta el final, esperando ver sobre la superficie al minero número 33, junto a ese grupo de uruguayos que cantaban "chi-chi-chi, le-le-le..."

En la mesa de al lado, en tanto, una mujer impactada por las imágenes que mostraban en la TV no paraba de opinar: "Que fe que tiene que tener el último que salga", "que limpito que salen y afeitados", "que desesperación... ya llevan cuánto".

Así terinaba este momento histórico para Chile, con esa imagen que quedará en mi memoria cuando por primera vez se vio al interior de la mina la llegada de la cápsula Fenix II. Imágenes que vi desde lejos, fuera de mi país, pero con el orgullo y la emoción de este milagroso rescate. Una noticia que tuvo por un día a millones de personas en el mundo pegadas al televisor mirando con esperanza y alegría este final feliz, "made in Chile".

Bonus track: En 1825 fueron "33 orientales" los que batallaron para lograr la independencia de Uruguay bajo dominio brasileño.