Friday, September 22, 2006

Una empanada por un camembert!

Fue mi primer 18 fuera de Chile. Era extraño. No había olor a empanada, menos a chicha. Las ramadas no aparecieron por ningún lado y el sonido de una cueca sólo se escuchó en la memoria.

Septiembre tiene todo para ser un mes de "glorias". En Chile aparece el sol, se inicia la primavera, hay ánimo de fiesta, se toma mucho, se baila otro tanto y el asado es el rey. Pero este año todo fue sólo un lindo recuerdo y la sensación de nostalgia por ese ambiente de celebración.

Una empanada por un camembert. Ese fue el trueque. Mientras pensaba en cómo mis hermanas sucumbían en el alcohol, y mis amigos disfrutaban de unas empanadas, un choripán y un buen pedazo de carne, yo me consolaba con una increíble baguette con el mejor de los quesos franceses: el camembert.

Ciertamente no fue un suplicio, ni menos una tragedia, sólo distinto. Este 18 de septiembre lo pasé en St. Tropez, uno de los tantos pueblitos que están a la orilla de la ribera Mediterránea francesa, que realmente son dignos de ser pintados y donde el lujo desborda la realidad.

En ese lugar y varios otros que recorrí con mis padres la última semana con suerte sabían dónde estaba Chile, menos sabían qué era una empanada o la chicha. Impensable para ese lujo, para el glamour de Cannes, de Niza, de Mónaco, etc.

Pese a todo... pese a ser espectadora de todo ese lujo, y pese a los creppes con nutella (prefiero olvidar el número que me comí), a los camembert, al vino francés, a la pastelería, a todo lo que probé este 18 y 19, la nostalgia por ese asado y por esa celebración "a la chilena" es algo que no logré sacarme de la cabeza.

Y ya es 22. Y ya llegó la primavera en Chile y el otoño en Barcelona...
Dónde pasaré mi próximo 18 de septiembre?

Viva Chile!!!!

Friday, September 08, 2006

Acelerando a la "chanchita"

Hace dos días estaba yo en Probike arreglando mi bici luego de pinchar la rueda trasera, cuando mirando la cantidad de cosas que se vendían en esa tienda comprendí que por mucho que estos siete meses sobre dos ruedas han sido toda una experiencia, mi gusto por las "cletas" están lejos de parecerse a lo que me gustan esos aparatos que meten ruido, que también tienen dos ruedas, pero que llevan un pequeño motor, las motos.

No sé bien de dónde viene ese gusto por las motos, de las que aclaro poco entiendo técnicamente, pero quizás sea un poco de herencia familiar (paterna) o quizás el contacto temprano que tuve con ellas, o incluso las buenas “experiencias”. Lo cierto es que cuando tenía sólo 14 años me subí a la "chanchita", una Honda 70, cambio automático, un lujo, que me acompañó en miles de travesuras, más de alguna herida y mucha diversión.

Imposible no recordar cuando en el campo de mi abuelo la "chanchita", en pleno camino de ripio, fue cedida, no sin temor, a mi amiga la Jose quien por cierto la miraba con ansiedad, pero sin saber si quiera dónde estaba el freno y el acelerador.

Ella adelante, yo dirigiéndola atrás, más afirmada que gato en el tejado, cuando vino la curva. "Acuérdate de bajar un poco la velocidad", le dije, cuando aún creía que estaba a tiempo. Pero pasó lo que siempre el copiloto teme. El freno se confundió en fracción de segundos con el acelerador, y ante la incertidumbre y el nerviosismo agarramos vuelo y la curva literalmente la pasamos volando. Ella cayó sobre un árbol, yo sobre el ripio y la pobre "chanchita" seguía acelerada en el piso levantando un remolino de polvo.

Así terminó esa primera y quizás última experiencia de la Jose sobre una moto, pero no mi última historia como copiloto en el suelo.

Luego, años después, por ahí por los 18, cuando la moto es tu vehículo a la libertad, mi amiga la Mod decidió en Osorno ir a dar una vuelta. Pero esta vez no sería sólo en camino de tierra, el riesgo era que saldríamos a la Ruta 215 (que une Osorno con Argentina) sin cascos, y por cierto sin permiso para conducir motos.

Sorteamos con decencia los 4 kilómetros de camino de tierra. Esta vez mi alumna seguía con mayor atención mis instrucciones. El problema fue cuando llegamos a la carretera. Salimos al pavimento, un lujo, qué tranquilidad, decíamos, mientras no parábamos de gozar de la experiencia. Cuando ya la "chanchita" empezaba a levitar (75 km/hr) aparece "la ley". Cuento corto, el terror de mi amiga no hizo más que termináramos en la primera acequia de la carretera, de esas donde sólo las vacas son capaces de salir por la profundidad. Mata de espinas, puas, tierra y las dos "giles" en la canaleta de 2 metros fue el final del viaje. De ahí sacar la moto del barranco y volver fue otra odisea. El manubrio ya no miraba hacia adelante, el foco por enésima vez se había roto y el freno de pie poco y nada cumplía su función.

Así hay miles de historias. Esa "chanchita" que hoy ya no está cerca, y sólo es un lindo recuerdo de una adolescencia en 2 ruedas. Un recuerdo donde los cerros parecían cordillera cuando me subía y lograba llegar a la cima en la moto que a penas me podía, memorias de idas y venidas, de mucha entretención e incluso romances (bueno, es que no hay hombre que sobre una moto no se vea guapo).

No me queda más que pensar que después de estos meses sobre la bici me merezco una moto... Sobre todo cuando en Barcelona hay casi tantas motos como autos, de todos los tamaños, marcas y diseños.

Ya llegará el momento, que por cierto ya imagino, cuando pise nuevamente suelo chileno, me monte sobre una moto, mi moto, y vuelva a vivir lo que por años fue una gran experiencia… esta vez quiero una Vespa blanca, de esas originales…

PD: Aclaro que la moto de arriba no es mi "chanchita", sino que un préstamo de mi Partner por algunas horas cuando visité su campo.

Saturday, September 02, 2006

De la raíz a la punta!

No me queda más remedio que hablar de este tema. No porque sea trascendental, que seguro no lo es, sino porque acabo de leer otro blog donde se comentaba de este asunto y justamente esta semana con mi amiga Javi tuvimos una conversación sobre esto.

Se trata de algo tan banal, natural y caprichoso como la aparición de esos pelos blancos en la cabeza del ser humano, las innombrables "canas". Y siento que la vida es injusta cuando hablamos en estos términos. Me explico.

Cientos de veces me reí con el comercial de "Grecian 2000", y peor aún de la versión femenina del producto, "Lady Grecian 2000", donde el protagonista del spot pasaba en sólo minutos de tener un pelo albo a uno oscuro, como si eso fuera bonito y peor aún disimulado. En fin, hay gustos para todo supongo.

Pero lo cierto es que más allá que sea un tema que afecta a todos por igual, a unos más temprano y a otros más tarde, es la huella de los genes y de la edad que cuesta borrar de la cabeza.

Mi experiencia en el tema, que se remonta a tres años, ha pasado de la indiferencia absoluta al odio más enraizado. Aunque cada día siento que la guerra la perdí y que no me queda más que asumir mi derrota y buscar soluciones.

Hace tres años apareció la primera. Caprichosa, escondida, pequeña. Pero no duró mucho, la arranqué, pese a saber que podría estar cometiendo el peor de los errores. ("Si te sacas una te crecerán 10", dice el refrán).

Luego vino un ramillete. Como un pequeño ejército escondido tras la trinchera ahí estaban, lejos del alcance de mis ojos. Pero para eso están los espejos, claro, y paf, se sacaron de sopetón. Pero esta vez quedaron guardadas como trofeo de guerra. (Sí sé hay gente rara).

Y ya pasamos a la fase crítica. Manchones en dos lugares distintos y algunas desperdigadas por la cabeza. Fue entonces cuando, mirando al suelo, asumí que si seguía en el plan "erradicación" terminaría pelada antes de mis 30 años. Y aquí estamos. Asumiendo la derrota y posteando sobre ellas.

Berni: "Si el problema es que una mujer con canas, por muy lindo pelo blanco que tenga, siempre se verá mucho mayor".

Javi: "Claro. La amiga de mi mamá tenía un pelo precioso, pero se veía mil veces mayor que mi mamá".

Berni: "Y pensar que aquí (Barcelona) los hombres se cultivan el look 'canoso'".

Javi: "El tema es que el hombre con cana no tiene problemas, no así las mujeres. No son situaciones comparables. ¿Estai segura que no me ves canas en el pelo?".

Berni: "Ninguna mujer, ninguna. Te lo dice una experta en el tema"

Y así seguimos un buen rato conversando sobre eso que tiene mucho de genes, otro tanto de malos ratos, como dicen en buen chileno, y también de mala suerte.

En mi caso, creo, todo viene por lo hereditario... y aunque mi mamá use un "producto" para cubrírselas "que no tiene amoniaco", jajajaja, y mi abuela paterna "nunca" haya asumido en público que se las tiñe, y en fin algunos casos más... yo asumo desde ya que aunque mi pelo blanco sea más lindo que el de la niña de "Timotei" no dejaré que esas "apariciones" sigan creciendo y desperdigándose por la cabeza...

¿Será hora de "Lady Grecian 2000"? Por ahora el Casting les da la pelea.