Wednesday, January 31, 2007

Tiempo para el ocio...

Me ha costado retomar el ritmo... Marruecos y todo lo que vino después de eso, entre ello la despedida de mi hermana y el reencuentro con mi tesis han colapsado mis neuronas y aunque siempre hay algo que escribir sólo ahora me decido a hacerlo.

Luego de leer el otro día una columna sobre el ocio y la necesidad de cultivarlo me puse a pensar en lo poco que lo busco o lo cultivo. Y aunque cada cierto tiempo pienso en que necesito hacer "nada" pocas veces concreto esa necesidad y menos me dedico a buscarlo.

El sábado que recién pasó fue de esos sábados que yo llamo "necesarios" donde recargo energías y simplemente me dedico a dormir. No creo que por ello tenga depresión ni mucho menos, como temen mis compañeros de Kimberly, sino que simplemente le dedico un día entero al sueño, lo que quizás suene extraño para muchos pero vital para cuando las energías no te acompañan. Fue así como desperté a las 4 de la tarde, comí algo y seguí dormitando hasta las 8 de la noche, y sólo me desperté porque teníamos una fiesta en el piso y era hora de energizarse.

Pero también pienso que quizás dormir no es cultivar el ocio, porque de alguna manera durmiendo poco pienso, o creo pensar, entonces esas divagaciones, pensamientos, sensaciones, etc. que se sienten sólo en un estado de ocio no los logros con cerca de 24 horas de sueño.

Y es que tal vez tengo que darme más tiempo para eso. Averiguar incluso que quizás me da susto estar de ociosa o que me cuesta mucho apagar el celular. O que sentarme en un banco de la plaza me incita más a mirar a mi alrededor que a mí misma.

Creo que el lugar donde más tranquilidad y experiencia he tenido como ociosa ha sido en Rupanco, ese lugar a mil kilómetros al sur de la capital de Chile donde sólo el ruido de algunas vacas a lo lejos, del follaje de los árboles y de las pequeñas olas del lago hacen que con sólo estar ahí todo tenga otro ritmo y el ocio se pueda aprovechar cabalmente.

En Rupanco por años no existió la televisión, ni la radio (con suerte agarraba la onda corta de no sé dónde), ni menos el celular. Era la desconexión absoluta de todo eso que se llama modernidad y que hoy muchas veces se privilegia antes de sentarse a no hacer nada. En Rupanco el contacto con la tierra, con la lluvia, con el viento y con el cielo siempre ha sido único. Incluso puedo asegurar que fue ahí donde aprendí a mirar las estrellas y las nubes, disfruté de los mejores temporales y me senté por horas a mirar ese apacible lago, con la cabeza divagando en mil temas.

Y ya mañana es febrero y febrero para mí siempre será sinónimo de Rupanco, de asados, de descanso, de lluvia, chimenea, familia y silencio. Y hoy aunque lo extraño con sólo recordar lo que sentí en ese lugar me permite estar tranquila y quizás con eso lograr disfrutar del ocio.

Monday, January 15, 2007

De paso por Marruecos!

Hablar de Marruecos es hablar de locura, de intensidad, de olores, sabores, de colores. Es hablar de un país que tiene el sello francés en muchos rincones, una nación donde el árabe no es el dueño de casa sino el bereber, ese hombre de la montaña que permitió el mestizaje posterior con los árabes.

Marruecos es un país alucinante y angustiante. Todo es intenso, nada pasa inadvertido. Su gente cálida y hospitalaria por momentos te agobia con sus ofrecimientos, te abruma con su espíritu comerciante donde todo se cambia, nada tiene un precio fijo y donde el arte del regateo se cumple a cabalidad.

Pero recorrer Marruecos es sin duda reencontarse con esas etapas de la infancia donde aún uno era capaz de disfrutar jugando en la calle, en la tierra, con un trompo de madera o con la hoja de un árbol. Es una vuelta a la sencillez, al contacto con lo básico y puro, donde el casete tiene mucho más valor que un mega equipo de música o el contacto natural vale mucho más que la “higiene europea”, como lo llaman ellos.

Por eso aquí el tiempo tiene otra cadencia, un ritmo que es guiado por la fe, por las oraciones, por la amistad y la compañía. “El que tiene prisa está en los cementerios”, fue una de las frases más recurrentes que escuché de muchos marroquíes durante los 9 días que deambulé por Marruecos. Todo tiene su tiempo, la paciencia es sagrada y así también el compás que se exige para descansar, orar, comer, y comprar. No existe el apuro, todo a su momento.

Es un país en el cual en una misma calle puedes distinguir 20 olores distintos e intensos, que ya en este invierno marroquí se dejaban sentir con fuerza; pero también el color de los cueros, de la lana, de las joyas, de la madera y babuchas (tipo de zapato parecido a una pantufla) hacían que el sentido de la visión no descansara ni por un segundo. Y mientras olías y mirabas no dejabas de escuchar cómo desde lo alto de los alminaretes (torre de las mezquitas) se llamaba a la oración a todos los musulmanes o caminabas al ritmo de las melodías árabes que se escuchaban en las cientos de tiendas de música.

Casablanca, Marrakesh, Fes y Meknes. Cuatro ciudades imperiales que durante 9 días me permitieron conocer y adentrarme en la cultura marroquí. Una cultura de mestizaje, de grandes e intrincadas Medinas, exhuberantes palacios de arquitectura sorprendente, y un comercio vibrante que no descansa en la búsqueda de un turista que tenga la calma y paciencia para tomar un té mientras se transa el precio final.

Tuesday, January 02, 2007

Año Nuevo con Dru!

Cuando ya dejamos atrás el 2006. Cuando Air Madrid ya no vuela más. Cuando los abrazos de Año Nuevo y la fiesta son sólo un recuerdo es hora de empezar a acumular las fotos de este viaje y Año Nuevo 2007 con Dru en Barcelona. El próximo capítulo será sobre los camellos de Marruecos...