Sunday, November 01, 2009

Historias de avión!

Hoy despegué y aterricé cuatro veces y en cada uno de esos cuatro momentos recordé alguno de los vuelos que he hecho en mi vida. Vuelos que por alguna "interesante" razón ha dejado su huella en mi frágil memoria.

Pero antes de relatar esas notables experiencias aéreas tengo que advertir que me encanta volar, sobre todo disfruto de cada despegue y aterrizaje. De ese momento cuando sientes que el estómago queda a la altura de la tráquea y por un instante la adrenalina recorre a mil todo el cuerpo. Y si eso se acompaña por una fuerte turbulencia la situación es aún más catártica.

Dicho eso y evocando esa "memoria de pollo" que suelo tener para los recuerdos creo que puedo contar con los dedos de una mano los vuelos que me hicieron en su minuto dudar de mi integridad física y de la posibilidad de volver a pisar tierra.

El top ONE de ese ranking de "vuelos de antología" es el que abordé en 2005, junto a mis dos hermanas en La Habana (Cuba), con destino a Cayo Coco. Cómo olvidar "AirCaribbean" o mejor dicho "AirSuiccidian". La historia se resume en un avión charter, de no más de 40 personas, con 1 tripulante de cabina que se quedó dormido en la última fila del avión, una cabina llena de humo de cigarro y un piloto que "por causas que se desconocen" sufrió el olvidó del aterrizaje y "se pasó" de la pista, debiendo girar la avioneta en 360º para nuevamente "achuntarle" a la pista. El consuelo de este paseo por el aire es que cuando despertó el tripulante de cabina, el cual fue derpertado por un pasajero cuando ya llevábamos media hora en tierra, nos contó que al piloto varias veces se le "pasaba la pista". Nada nuevo para esa línea área, al parecer. El regreso no fue mejor o peor. El nuevo tripulante de cabina que esta vez usó su tiempo para coquetarle a mi hermana chica y que nos mantuvo en temperatura de -10 grados los 60 minutos del vuelo. El olor a cigarro se mantuvo, pero esta vez el piloto se acordó de aterrizar... Será un vuelo inolvidable.

El top DOS es el vuelo de Varig, en el año 2002, camino a Río de Janeiro junto a la Cata y la Jose. Primera escala: Sao Paulo. Primer aterrizaje: casi de emergencia. Todo iba bien. Serían cinco horas de vuelo hasta Sao Paulo, nuestras primeras vacaciones juntas fuera de Chile. Todo pintaba bien. La turbulencia le ponía su cuota de emoción, aunque la Cata y la Jose iban aterradas. Pero llegó el momento de aterrizar y el piloto debe haber tenido un problema de cálculo porque decidió primero"tantear" la pista de un solo golpe, suficientemente fuerte como para que la aeronave rebotara y volviera a caer con todo el peso sobre la loza, provocando inmediatamente la caída de las máscaras de oxígeno desde los asientos y varias maletas sobre las cabezas de algunos pasajeros. Frente a ese primer aterrizaje tuve la suerte de acercarme al piloto y preguntarle si le había pasado algo y él simplemente se limitó a decirme, "no salió muy bien ese aterrizaje, espero que el de Río esté mejor"... confianza suficiente para lo que vino, que al menos no estuvo mal.

El top TRES fue en el vuelo a Cusco (Perú) en 1997. Vacaciones de invierno y éramos un grupo de siete viajeros que haríamos los cuatro días de caminata por el Camino del Inca. Y aunque aquí el piloto no tuvo la culpa, sí lo recuerdo con ansiedad porque creo que nunca había aterrizado tan cerca de tantos cerros. Aquí hay que ser capo para sortear las corrientes de aire que se producen entre los cerros, estabilizar el avión que va de lado a lado como juguera y aterrizar en una pista que a mis ojos era pequeñisima y con altas probabilidades de terminar en los cerros. Fue tal la sensación que aún recuerdo que pensé que la cabina del piloto le achuntaba a la pista, pero que las alas y la parte de atrás del avión se perdía entre las montañas!

El top CUATRO es el aterrizaje en Amsterdam (Holanda). Año 2006, mediados de mayo, donde ya la ciudad empieza a dejar atrás el terrible invierno y aparece el sol. Camino a ver a mi amiga Jose cuando me subí a un Vueling. El avión, impecable. El piloto también. Aquí la nota destacable es el aterrizaje en medio de "pozas de agua". Así es como se ve Holanda desde lo alto. Como un gran charco de agua, que cada ciertos metros tiene algo de tierra, pero que principalmente es agua. La duda entonces comienza a surgir metros de altura antes de aterrizar ¿será que este avión ameriza? ¿O es que existirá una pista de tierra que flota? Y es quizás una mezcla de todo, pero lo cierto es que hasta no estar a centímetros del suelo que no crees que aterrizarás en tierra. Aunque sí, es tierra. Esa imagen es difícil de olvidar.

La mención honrosa se la lleva la tormenta eléctrica que debió sortear el avión LAN en un vuelo transoceánico Santiago-Marid (España). Un rayo-relámpago le pegó al avión y en medio de la nada (supongo que íbamos volando sobre el Atlántico) yo alcancé a mirar por la ventanilla y percibir el destello, el remezón y la inmediata bajada del avión, con la consiguiente sensación del estómago en la tráquea. Fue increible. Hubo gritos y hasta rezos en voz alta. Una sensación de pánico total y de confusión por saber qué pasaría ahora. Y aunque admito que la adrenalina era full, fui presa del pánico segundos después, cuando el avión seguía cayendo para estabilizarse... La máquina resistió, el piloto un as del volante y finalmente no fue más que un buen susto.

Finalmente, una mención honrosa que no puedo dejar pasar es la hermosura que es aterrizar en el aeropuerto de Mataveri, en Isla de Pascua. Una pista que se inicia en un precipicio hacia el Pacífico y que termina en otro precipicio hacia el mar. La más larga de Sudamérica, y quizás la más linda, por el entorno que la rodea. Se aterriza en una esquina de la Isla y que hasta último minuto no vez la pista donde bajarás, y en cambio solo vez mar por todos lados.