
Escuchar buena música y gratis es un lujo. Y anoche fue de esos lujos que valen la pena mencionar. Noche tibia, más de 20 mil personas en el Parque Araucano, gran escenario y de fondo los ritmos de la orquesta del músico bosnio
Goran Bregovic, quien logró hacer bailar a niños y adultos, todos en un ambiente de relajo y diversión que pocas veces uno ve.
Admiradora de la música de esas películas descabelladas de Emir Kusturica, no podía perderme de una sesión gratuita de Bregovic, que trajo consigo toda la alegría y ritmo de su música que tal como él explicó es para "bodas y funerales", y que siguiendo el ritmo de esas cintas de cine es una música que despierta los sentidos y enloquece de buena manera.
El ambiente anoche era realmente notable. La gente relajada, disfrutando del clima, el pasto húmedo, la luna casi llena y la música de fondo que invitaba a moverse.
Pero como no todo en la vida es música, qué mejor que además deleitarse con la belleza de ese cantante serbio que emocionó a varios con sus tonos gitanos, mientras por la pantalla gigante dejaba entrever sus claros ojos y su pelo rubio.
Este hombre, el cual es casi imposible repetir su nombre, me recordó las ciento de veces que debi detenerme en Croacia a mirar a los hombres mientras trataba de convencerme que esa raza tenía algo de irreal, porque eran casi perfectos. Pero además me remontó a mi paseo por Granada, con esos tonos gitanos, el lloriqueo clásico y el sonido tan característico de esas canciones que surgieron en las montañas del sur de España.
Así, entre galletas (gracias al auspicio de la
Carola y la Jime) baile, canciones y deleites pupilares no puedo más que agradecer la idea de acercar este tipo de eventos a quienes muchas veces no pueden pagar por ellos y sugerir que se vuelvan a repetir.